La traición en los Castillos de arena de Silvia Almada
Dante condenaba a los traidores al último círculo
infernal, al lado de Satán. Allí estaban tres de los mayores traidores de la
historia universal: Bruto, Casio y Judas Iscariote. En los tiempos que corren,
la traición sigue siendo tema de la literatura, y por supuesto en el plano de
lo real. Pero la ficción nos enseña a reflexionar sobre la traición desde
lugares renovados y reinventados.
La traición es un tema recurrente en la narrativa del
libro Castillos de arena de la escritora pilarense Silvia Almada. En las
narraciones que ocupan la primera parte del mencionado libro, la mayoría de los
y las protagonistas de sus historias padecen y/o son responsables de traicionar
al otro o a la otra.
La traición, desde un punto de vista moral, llega a
convertirse así en el drama de estas historias, esos puntos de conflicto, en el
cual se unen cada uno de estos argumentos. Así, en El sillón de Josefina se
puede observar a la mujer que traiciona y al hombre traicionado. Las pruebas de
la traición aparecen en las cartas que lee el protagonista, haciendo avanzar la
historia que termina trágicamente.
En su conferencia “La formas de la traición en la
literatura argentina”, Liliana Heker (2017)[i]
dice:
“la figura del traidor es monolítica, no tiene fisuras y
remite, sin apelación, a lo abominable” (…) “basta acercarse a las formas
precisas que toma la traición en cada caso para advertir que, vista de cerca,
expande y a veces desdibuja su significado. Ocurre que es una actitud subjetiva
por excelencia: tiene un ejecutor y un destinatario, además de un medio social
que ve lo que ve y, desde sus convicciones, adhiere a uno o a otro. ¿Quién
traiciona, y a quién, y para qué?”
A partir de estas tres preguntas, se puede decir que, en El
sillón de Josefina, la que traiciona es Josefina; ella traiciona a Joaquín
y lo hace por pasión/amor. Por lo tanto, la pasión/amor se convierte, en este
caso, en motor de la traición.
Pero si en alguna narración se reflexiona puntualmente
sobre la traición, esta es La cadena del mejor amigo, en la cual se
puede analizar el peligro que esconde el hecho de contarle intimidades a las
amistades. Los secretos nunca están bien guardados cuando alguien más los
conoce. Por eso la narradora recurre a soluciones como el psicólogo o la
confesión cristiana, discursos que serían más seguros a la hora de guardar un
secreto. De esta manera se advierte, sobre el peligro de la amistad, ya que
“los hombres y las mujeres jamás dejan de anteponer los propios intereses a los
ajenos”. El egoísmo, en este caso, podría ser el responsable de la traición. Y
es a través de consejos como “toda persona debería ser mejor amiga de sí misma”
que se llega a la conclusión de que no hay que confiarle los secretos a nadie.
Para esto, se recurre al invento del concepto “mejoramiguismo”, el cual no es “simétrico”
sino “transitivo”; dicho concepto es explicado a través de la analogía que
guarda una relación de amistad con las “propiedades matemáticas”.
La traición como tema literario en la literatura
argentina aparece en el tango, en la gauchesca, y en la narrativa, muy
explícita y trabajada especialmente en la borgeana [ii]
y en la de Roberto Arlt[iii].
En Borges, la traición es política, pero en Arlt, la traición es humana y,
valga la redundancia, una expresión del expresionismo.
En La pasajera y el ciclista, otro de los cuentos
de la autora, la traición no llega a concretarse. Es una posibilidad, pero
aunque se presenta como tal, se muestra que es posible no traicionar. El
destino cumple un papel fundamental en esta historia, tanto para el
protagonista como para la coprotagonista: “Sólo hacía un alto en una plaza del
centro, antes de ingresar en la calle que lo llevaría hasta su destino.” El destino
del ciclista es encontrarse con la joven, pero este destino se tuerce
rápidamente ante la resignación, y de esta manera, la joven también cumple su
propio destino: “Ella cruzó a la vereda de enfrente, ascendió al micro y
regresó a su destino.” De esta manera, cada uno de los dos personajes sale de
una espacialidad, entran a otra y vuelven a salir de esta última para
finalmente volver a sus vidas; es la historia de un amor imposible, porque no
se han animado a traicionar, de lo contrario sería un amor posible. Por lo
tanto, y a diferencia de El sillón de Josefina, el amor también puede
ser capaz de ganarle la batalla a la traición.
De esta manera, se puede arribar a la conclusión de que
la traición cumple en la narrativa de Castillos de arena distintas
posibilidades: puede concretarse, produciendo así un desenlace trágico, en
segundo lugar puede ser motivo de reflexión, y por último puede ser evitada
para no producir daños a terceros, aunque pagando con el costo de la
infelicidad.
JORGE DARGET.