sábado, 14 de mayo de 2022

La venganza de la esclavista

 La venganza de la esclavista



Freyre ya nos advirtió sobre la violencia desmedida de esas esclavistas brasileñas; pero yo quise comprobarlo por mi cuenta.  

Cuando viajé a Brasil, lo primero que hice fue averiguar por esas tales “señoras de ingenio”.  

Una negra me contó la historia de sus ancestros: 

“A mí me la contó mi madre”, dijo en un portugués lánguido, “y a ella su madre; y así esta historia fue pasando de boca en boca. Mi negra ancestra fue una de las primeras en vivir en esa época de esclavitud. Vino del África bañada en lágrimas para bañarse en sudores. La llevaron a una de las casas y allí sirvió y sirvió hasta el cansancio a una noble familia portuguesa.  

Por las noches miraba el cielo y cerraba los ojos, trataba de recordar su religión, su música, sus bailes, hasta su lengua; como si cerrando los ojos pudiera escaparse a otra realidad, negando aquella tan triste. 

Durante el día vivía para su ama. Limpiaba, cocinaba, y era ama de leche. Hizo debutar a unos cuantos jovencitos en la familia; todos estaban al tanto de esos asuntos. Pero lo que nadie sospechaba, era que el señor de la casa tenía una predilección por ella. Sus pechos negros lo enloquecían, su boca morada era carne jugosa comparada con los frígidos labios pálidos de su mujer, sus nalgas prominentes lo llevaban por cabalgatas interminables en un desierto mahometano que lo alejaba cada vez más del cristianismo, sus ojos negros le recordaban la inmensidad, la hondura y el misterio de la noche.

Así fue que el pecado se fue concibiendo, poco a poco, en secreto, como deben concebirse los pecados; porque así lo mandaba por aquellos tiempos la iglesia.  

La negra conoció el infierno el día que su ama decidió darse cuenta de lo que estaba sucediendo; ya lo sabía, pero, paradójicamente, decidió blanquear la situación. Primero enfrentó a su marido, le dijo que nunca más volviera a tocarla. ¿A la negra? No, a ella. Luego llegó el momento de vengarse de la negra. ¿Cómo haría para mirarla a los ojos?  

Lo primero que hizo fue encerrarla y atarla en uno de los cuartos vacíos de la gran casa. Le reprochó en su portugués brusco y bien acentuado todo lo que habían hecho por ella. Le recordó los años de servicio y la posición que ocupaba entre todas las esclavas. La negra no podía mirarla a los ojos. Fue ahí cuando se le ocurrió la cruel y terrible venganza: se los arrancó y la dejó agonizando con vida hasta que se murió desangrada.  

Los ojos fueron servidos como cena al señor en la misma noche de la supuesta reconciliación. Aún estaban rodeados de sangre y parecían mirar al hombre como suplicándole ayuda”.  





Cuento publicado en Antología Un viaje por Latinoamérica 2020 del Taller Literario Letras Rabiosas.


Jorge Darget