domingo, 2 de mayo de 2021

El peligro de la literatura

 El peligro de la literatura 




Durante los últimos años hemos visto cómo la literatura se ha instalado en nuestras vidas de una forma muy preocupante. Las estadísticas informan que siete de cada diez personas no pueden realizar casi ninguna tarea del día sin soltar un libro de sus manos. 

La situación es preocupante, puesto que especialistas en el tema han advertido que la dependencia a los libros produce altas dosis de conocimiento sobre cultura general, historia, filosofía, política, etc. 

Además, se ha comprobado que las personas que leen sufren de una empatía extrema a la hora de relacionarse con otras personas, lean estas últimas o no. 

La doctora en psicología, Susan Rogerts, habla de “adicción a los libros” y explica en su último video de su canal de YouTube que la mentalidad abierta es perjudicial para la salud mental y que, de seguir así, la humanidad va camino a un colapso.


“Estamos asistiendo a un cambio radical

que afectará a las futuras generaciones,

cada vez hay más lectores en el mundo

y las formas de pensar están transformando

la cultura a velocidad nunca antes vista” (minuto 33). 


Sin ir más lejos, ayer salimos a la calle a realizar un trabajo de campo y se pudo constatar, tras los resultados, que la gente camina al mismo tiempo que lee. Sí, las personas han desarrollado el hábito de caminar con un libro en la mano sin chocarse con ningún objeto ni con otra persona mientras realizan esta peligrosa actividad intelectual. Pero lo más alarmante son los automóviles, pues las personas que manejan mientras usan el modo “orejas libres” y escuchan audiolibros, podcasts y todo tipo de narraciones orales en sus dispositivos son un peligro al volante. Por último, la imagen más impresionante se ha visto en un restaurante y retrata a un grupo familiar cenando mientras cada integrante lee su propio libro sin interactuar con el resto. 

Entre los libros más adictivos, se puede mencionar a El origen de las especies, Matar un ruiseñor, 1984, Panorama desde el puente, Beloved, Un mundo feliz, La chicas del campo, La materia oscura, Yo sé por qué canta el pájaro enjaulado, El amante de Lady Chatterley, De ratones y hombres, Los derechos del hombre, Los versos satánicos, El guardián entre el centeno, El color púrpura, La uvas de la ira, La metamorfosis, Ulises, Esperando a Godot, La riqueza de las naciones, entre otros miles.   

La situación es preocupante y los gobiernos de distintas partes del mundo están pensando en tomar medidas extremas. Algunas de ellas, basadas en la propia literatura, pues Alemania ya ha comenzado con la “quema de libros” y en Estados Unidos las bibliotecas ya están siendo clausuradas. 

El actual presidente de Finlandia ha dicho que en su país, los libros ya están prohibidos, de esta manera la República finlandesa, como siempre a la vanguardia de la educación ya es un modelo a seguir en todo el mundo.


lunes, 26 de abril de 2021

Mientras tanto… en Argentina

 Mientras tanto… en Argentina




Mientras en Estados Unidos entierran sus muertos

en fosas comunes en la isla de Hart...

en Argentina hay un joven enojado

porque no puede ir al boliche





Mientras en Ecuador la muerte anda suelta por sus calles

y los cadáveres reposan en la vía pública...

en Argentina hay una señora coqueta que protesta

con su cacerola porque se siente presa domiciliaria





Mientras en la India prenden fuego cadáveres,

huesos que arden en brasas cual holocausto...

en Argentina discutimos sobre presencialidad

en las escuelas ¿abiertas o cerradas?






lunes, 15 de febrero de 2021

14 de febrero

 14 de febrero





Humedad, llovizna y sol. Mis pasos pesan en la liviana vereda. Vengo por Acuña de Figueroa. Cruzo Corrientes y Córdoba. Cruzo la plaza, llego a las cortadas y a las diagonales. Ya estoy cerca de Plaza Italia. 

Y entonces… Debería escribirte un mensaje o llamarte para preguntarte si al final nos vemos. Pero no. Suena imprudente y a desesperación. Con qué necesidad. Si lo nuestro ya terminó. Un corte es un corte. No hay vuelta atrás. A solo que quiera volver a sufrir. A solo que te guste llorar. Arrepentirte una vez más. No. No. No. 


Llego a Plaza Italia y se larga una suave llovizna torrencial. Estoy mojado. La lluvia brilla entre los rayos del sol que la pone en evidencia. La ciudad es la escenografía perfecta para un beso de amor. Para un reencuentro. Pero me niego a satisfacer mis instintos más bajos. Los del amor. La ciudad es una postal para el día de los enamorados. Pero me resisto a ser parte de ella; prefiero mirarla de soslayo. 


¡Ahí vino el bondi! Me re fui. Me subí. Soy un cartón mojado. ¿Fue la lluvia o son lágrimas? No puedo distinguir. Yo no lloro. Solo me mojo. Y miro por la ventanilla. La ciudad se ha vuelto gris. Solo un transeúnte cruza la calle inundada como un río. El transeúnte parece hundirse en la corriente. La ciudad va a tragarlo. ¿Nadie se da cuenta?


De repente sube un pasajero. Se sienta a mi lado. Su perfume lo inunda todo. Aunque no va bien vestido, está bien arreglado. Su celular es una extensión de su cuerpo. Ni siquiera observa lo que pasa a su alrededor. Está hundido, la pantalla parece que va a tragarlo. Entonces me acuerdo del transeúnte y me acuerdo de mí. 

Ahora espío la pantalla y veo que este hombre chatea con una mujer. Ella le dice que tienen reserva a las 21:30. En Kansas. ¡Qué clisé! Cenar el día de San Valentín en Kansas. Un restaurante caro, espléndido. Ya deben estar todas las reservas cubiertas de tanta gente clisé.    

Después le dedica un posteo en Instagram. Una foto de los dos con un filtro que los hace perfectos. Y un mensaje cursi: “El amor es más fuerte”. Eso ya lo sabemos. ¿Hay necesidad de decirlo? Y sí. Es que la gente se ama. Pero, ¿hay necesidad de repetirlo? Claro, porque la gente necesita decir las cosas que siente, y más o menos la mayoría siempre sentimos las mismas cosas. Pero yo siento que lo que siento solo yo lo siento, así, de esta manera, porque es algo especial. 

Y después de subir el posteo, revisa quién vio el estado. ¿Eso importa? ¿Eso es el amor? ¿El amor es demostrarle a nuestros seguidores que estamos enamorados? ¿O es amarnos en silencio? En secreto. ¿Hay que demostrarle al mundo que estamos locos de amor? ¿Muertos de amor? Como si el mundo fuera un grupito de cientos o miles de seguidores. No. No. No. 

¿Sabés cuántos somos en el mundo? Miles de millones. ¿Qué te creés? ¿Que sos el único que está enamorado? ¿Que sos el único que tiene a alguien para amar? ¿Que sos el único al que lo aman?  


Y entonces, decido escribirle. Y me contesta. Y lo que me dice es que no está en la ciudad. Y me reprocho haber escrito el mensaje. Y me quedo en el asiento del bondi como si fuera un animal enjaulado. Y miro por la ventana. Y veo a una parejita callejera sentada en la puerta de entrada de una casa de la avenida Cabildo. Y solo es una fracción de segundo, porque el bondi pasa rápido. 


Pero los vi. Juntos. Unidos. Se estaban tomando un tinto en caja. Sin perfumes, sin celulares. Sin reserva en un restaurante caro. Esa es la mejor escena de amor que vi en este día de los enamorados. 


Jorge Darget


viernes, 29 de enero de 2021

EL AMOR DUELE


 


 EL AMOR DUELE


Duele en un paseo por alguna vereda del sur 

a cada paso, entre montañas, cruje la nieve

y el frío envuelve la cara

nariz roja, orejas heladas y mejillas rosadas

las manos dentro de los bolsillos


El amor duele, duele el amor


En un paseo por alguna playa del Caribe

y cada ola, bajo el sol, estalla entre las rocas

y la cálida brisa envuelve el torso desnudo

brazos dorados, piernas tostadas y espalda tibia

las manos estrujan la arena caliente


El amor duele, duele


En un paseo por la selva amazónica

en cada gota, cuando las nubes en el cielo revientan 

y las hojas envuelven el cuerpo asustado 

el rostro mojado y los pies descalzos

las manos suplican llenas de barro


Que no duela más el amor, 

que no duela




IMAGEN: ALDANA FALCÓN ROJAS 

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lunes, 11 de enero de 2021

¡Ahí sa… le agua!

 ¡Ahí sa… le agua!


Carlos se despierta sudando de la siesta, con la garganta seca y todo empapado. Es pleno verano y la temperatura marca unos treinta y cinco grados. Le cuesta ponerse de pie, se tambalea y siente que su cabeza va a estallar.

Al llegar a la cocina ve a su mujer que se está abanicando. Se miran como resignados. Él se acerca a la canilla y apenas sale un hilito de agua. 


—Maldición —dice con la cara enrojecida y la marca de las sábanas pegadas a la cara.


—Juntá lo poco que sale así la guardamos en la heladera —le dice su mujer y, con las pocas fuerzas que le quedan, apoya su cara sobre el vidrio de la mesa, que al menos está fresco, aunque la temperatura de su rostro lo calienta. 


—¡Qué hijos de puta! Toda la vida laburando para estar así —dice Carlos rascándose la panza y busca el número de Aysa para hacer el reclamo. 


—No te gastes —le advierte su mujer—, estuve llamando todo el día y nadie atiende. 


—¡Pero la re puta madre que los re mil parió! 


Carlos se va al baño y no se aguanta las ganas. Quería hacer lo primero, pero lo segundo estaba en puerta. Intenta tirar la cadena y nada. No hay agua, ni siquiera un balde lleno para tirar. Teresa se queja del olor. Le dice que por qué no fue a cagar a la plazita. Él le contesta que la próxima va a ir a cagar a la puerta de Aysa y que después se va limpiar el culo con la boleta. 


Hace días, desde que comenzó el verano que en Villa Morra no hay agua. Carlos maldice a todos los condominios y a toda la gente que hizo guita con esos gallineros de lujo que hicieron en cada terreno. “La gente pensó que por vivir acá iba a tener un mejor nivel de vida. Y lo único que hizo fue cagarnos la vida a nosotros que vivimos acá hace décadas”, piensa y sigue mirando la canilla desbordado de bronca y angustia. Se sienta al lado de su mujer. 


—Si mañana esto sigue así, me preparo la carpa y nos vamos al río. 


—Yo no me muevo. 


—Mirá, Teresa, hace mucho que no vamos. No me parece mala idea —le dice con tono conciliador.  


—Te dije que no voy. Dejame en paz. 


Ahora Carlos apoya su cara en el vidrio de la mesa también. Respira y empaña el vidrio. Están sofocados. No es solo el agua. Sienten que su matrimonio pasó de ser un torrente de agua a una sequía sin remedio. Se odian más de lo que se aman. Se odian tanto como odian a Aysa. 


De repente comienzan a escuchar un goteo, luego un chorrito —Al crujido no lo escuchan— Carlos mira la canilla.  


—Ahí sa… le agua —dice Carlos. Pero el agua vuelve a hacerse hilo y a gotear y desaparece. La cara de carlos vuelve a apoyarse sobre la mesa. 

El vidrio estalla en veinte mil pedazos. 


Foto: gentileza del periodista Augusto Fernández Díaz


jueves, 7 de enero de 2021

¡E´ DE NO cReer!

 ¡E´ DE NO cReer!


Muchas veces, nuestros pensamientos más profundos,
aparecen en el lugar menos pensado. 


Cuando llegó la boleta de luz, Zulma casi se muere: ¡doscientos mil pesos! 

Esto sucedió después de que cambiaron la tapa del medidor. La mujer no le quiso decir nada a su marido porque, unos días atrás, él había tenido fuertes dolores en el pecho. 


A los pocos días, Ricardo le preguntó si no había llegado la boleta. Zulma terminó confesándole que sí, pero que llamó para hacer el reclamo porque vino un precio equivocado. 


—¿Cuánto? —preguntó Ricardo preocupado. 


—Llegó una boleta de doscientos mil pesos.


Ricardo se rio. Le pidió que le mostrara la boleta y le preguntó por qué no se lo había dicho. 


—No quería que te preocuparas —confesó Zulma mientras se pintaba las uñas.  


—Pero si es imposible que gastemos esto. ¿No será lo que pusimos aire acondicionado? Yo sabía que esas cosas eran caras. ¡Te lo dije! Nunca me escuchás... Esas cosas no son para gente como nosotros.


—No, Ricardo. Imposible. Ese precio es un error. Es una locura. Es imposible de pagar. 


—Nosotros no tenemos ese dinero. 


—Mañana voy a ir a hacer el reclamo, porque no atienden el teléfono. Te atiende una maquinita que te lleva de un lado a otro, y nada —dijo Zulma decidida, al tiempo que se terminaba de pintar las uñas de un rojo pasión, o quizás un rojo furia, nadie sabría distinguirlo.    


Al otro día, Zulma se acercó hasta la sucursal de Edenor y vio que la cola llegaba hasta la esquina. Le preguntó al último de la fila si era para reclamos y este le dijo que sí. Zulma decidió quedarse en la fila, y no acercarse a la puerta; aunque era jubilada, no le gustaba que se notara y mucho menos que le tuvieran compasión. 

Mientras estaba en la fila recordaba cómo había conocido a Ricardo: en la fiesta del club Atlético, hacía ya más de cuarenta años. Él la sacó a bailar y ella aceptó. Pero lo que vino después fue terrible. 

Por suerte la fila avanzaba rápido, las personas tenían casi todas la misma queja: los precios desorbitantes que la empresa facturaba. Ella no quería engancharse en el chusmerío, siempre se sintió distinta a los demás. Aunque en realidad era una simple mortal que iba a hacer un reclamo como cualquier ciudadano. Siempre quiso triunfar como pintora, pero su marido quiso un hijo tras otro. 

Mientras la fila avanzaba, Zulma comenzó a pensar que su vida había sido muy desgraciada. Que su carrera había sido pospuesta siempre por los reclamos de su marido. Si ella tendría que haber reclamado cada vez que lo creía conveniente, se habría pasado la vida haciendo fila. Porque además sabía que en esa fila, siempre había una gran cantidad de mujeres. 

Zulma estaba por llegar a la puerta, cuando de repente miró hacia atrás y vio que la fila seguía llegando a la esquina. Solo que ahora estaba a punto de entrar para hacer el bendito reclamo. En ese momento, decidió salirse de la fila. Caminó decidida hasta su casa y al llegar le dijo a Ricardo que tenían que pagar sí o sí los doscientos mil pesos. 


Ricardo sintió un dolor agudo en el pecho. Zulma llamó a la ambulancia, que tardó en llegar casi el mismo tiempo que ella había estado en la fila de Edenor. 


Jorge Darget


Foto: gentileza del periodista Augusto Fernández Díaz