Volver al cole “en burbujas”
jueves, 25 de febrero de 2021
lunes, 15 de febrero de 2021
14 de febrero
14 de febrero
Humedad, llovizna y sol. Mis pasos pesan en la liviana vereda. Vengo por Acuña de Figueroa. Cruzo Corrientes y Córdoba. Cruzo la plaza, llego a las cortadas y a las diagonales. Ya estoy cerca de Plaza Italia.
Y entonces… Debería escribirte un mensaje o llamarte para preguntarte si al final nos vemos. Pero no. Suena imprudente y a desesperación. Con qué necesidad. Si lo nuestro ya terminó. Un corte es un corte. No hay vuelta atrás. A solo que quiera volver a sufrir. A solo que te guste llorar. Arrepentirte una vez más. No. No. No.
Llego a Plaza Italia y se larga una suave llovizna torrencial. Estoy mojado. La lluvia brilla entre los rayos del sol que la pone en evidencia. La ciudad es la escenografía perfecta para un beso de amor. Para un reencuentro. Pero me niego a satisfacer mis instintos más bajos. Los del amor. La ciudad es una postal para el día de los enamorados. Pero me resisto a ser parte de ella; prefiero mirarla de soslayo.
¡Ahí vino el bondi! Me re fui. Me subí. Soy un cartón mojado. ¿Fue la lluvia o son lágrimas? No puedo distinguir. Yo no lloro. Solo me mojo. Y miro por la ventanilla. La ciudad se ha vuelto gris. Solo un transeúnte cruza la calle inundada como un río. El transeúnte parece hundirse en la corriente. La ciudad va a tragarlo. ¿Nadie se da cuenta?
De repente sube un pasajero. Se sienta a mi lado. Su perfume lo inunda todo. Aunque no va bien vestido, está bien arreglado. Su celular es una extensión de su cuerpo. Ni siquiera observa lo que pasa a su alrededor. Está hundido, la pantalla parece que va a tragarlo. Entonces me acuerdo del transeúnte y me acuerdo de mí.
Ahora espío la pantalla y veo que este hombre chatea con una mujer. Ella le dice que tienen reserva a las 21:30. En Kansas. ¡Qué clisé! Cenar el día de San Valentín en Kansas. Un restaurante caro, espléndido. Ya deben estar todas las reservas cubiertas de tanta gente clisé.
Después le dedica un posteo en Instagram. Una foto de los dos con un filtro que los hace perfectos. Y un mensaje cursi: “El amor es más fuerte”. Eso ya lo sabemos. ¿Hay necesidad de decirlo? Y sí. Es que la gente se ama. Pero, ¿hay necesidad de repetirlo? Claro, porque la gente necesita decir las cosas que siente, y más o menos la mayoría siempre sentimos las mismas cosas. Pero yo siento que lo que siento solo yo lo siento, así, de esta manera, porque es algo especial.
Y después de subir el posteo, revisa quién vio el estado. ¿Eso importa? ¿Eso es el amor? ¿El amor es demostrarle a nuestros seguidores que estamos enamorados? ¿O es amarnos en silencio? En secreto. ¿Hay que demostrarle al mundo que estamos locos de amor? ¿Muertos de amor? Como si el mundo fuera un grupito de cientos o miles de seguidores. No. No. No.
¿Sabés cuántos somos en el mundo? Miles de millones. ¿Qué te creés? ¿Que sos el único que está enamorado? ¿Que sos el único que tiene a alguien para amar? ¿Que sos el único al que lo aman?
Y entonces, decido escribirle. Y me contesta. Y lo que me dice es que no está en la ciudad. Y me reprocho haber escrito el mensaje. Y me quedo en el asiento del bondi como si fuera un animal enjaulado. Y miro por la ventana. Y veo a una parejita callejera sentada en la puerta de entrada de una casa de la avenida Cabildo. Y solo es una fracción de segundo, porque el bondi pasa rápido.
Pero los vi. Juntos. Unidos. Se estaban tomando un tinto en caja. Sin perfumes, sin celulares. Sin reserva en un restaurante caro. Esa es la mejor escena de amor que vi en este día de los enamorados.
Jorge Darget