jueves, 7 de enero de 2021

¡E´ DE NO cReer!

 ¡E´ DE NO cReer!


Muchas veces, nuestros pensamientos más profundos,
aparecen en el lugar menos pensado. 


Cuando llegó la boleta de luz, Zulma casi se muere: ¡doscientos mil pesos! 

Esto sucedió después de que cambiaron la tapa del medidor. La mujer no le quiso decir nada a su marido porque, unos días atrás, él había tenido fuertes dolores en el pecho. 


A los pocos días, Ricardo le preguntó si no había llegado la boleta. Zulma terminó confesándole que sí, pero que llamó para hacer el reclamo porque vino un precio equivocado. 


—¿Cuánto? —preguntó Ricardo preocupado. 


—Llegó una boleta de doscientos mil pesos.


Ricardo se rio. Le pidió que le mostrara la boleta y le preguntó por qué no se lo había dicho. 


—No quería que te preocuparas —confesó Zulma mientras se pintaba las uñas.  


—Pero si es imposible que gastemos esto. ¿No será lo que pusimos aire acondicionado? Yo sabía que esas cosas eran caras. ¡Te lo dije! Nunca me escuchás... Esas cosas no son para gente como nosotros.


—No, Ricardo. Imposible. Ese precio es un error. Es una locura. Es imposible de pagar. 


—Nosotros no tenemos ese dinero. 


—Mañana voy a ir a hacer el reclamo, porque no atienden el teléfono. Te atiende una maquinita que te lleva de un lado a otro, y nada —dijo Zulma decidida, al tiempo que se terminaba de pintar las uñas de un rojo pasión, o quizás un rojo furia, nadie sabría distinguirlo.    


Al otro día, Zulma se acercó hasta la sucursal de Edenor y vio que la cola llegaba hasta la esquina. Le preguntó al último de la fila si era para reclamos y este le dijo que sí. Zulma decidió quedarse en la fila, y no acercarse a la puerta; aunque era jubilada, no le gustaba que se notara y mucho menos que le tuvieran compasión. 

Mientras estaba en la fila recordaba cómo había conocido a Ricardo: en la fiesta del club Atlético, hacía ya más de cuarenta años. Él la sacó a bailar y ella aceptó. Pero lo que vino después fue terrible. 

Por suerte la fila avanzaba rápido, las personas tenían casi todas la misma queja: los precios desorbitantes que la empresa facturaba. Ella no quería engancharse en el chusmerío, siempre se sintió distinta a los demás. Aunque en realidad era una simple mortal que iba a hacer un reclamo como cualquier ciudadano. Siempre quiso triunfar como pintora, pero su marido quiso un hijo tras otro. 

Mientras la fila avanzaba, Zulma comenzó a pensar que su vida había sido muy desgraciada. Que su carrera había sido pospuesta siempre por los reclamos de su marido. Si ella tendría que haber reclamado cada vez que lo creía conveniente, se habría pasado la vida haciendo fila. Porque además sabía que en esa fila, siempre había una gran cantidad de mujeres. 

Zulma estaba por llegar a la puerta, cuando de repente miró hacia atrás y vio que la fila seguía llegando a la esquina. Solo que ahora estaba a punto de entrar para hacer el bendito reclamo. En ese momento, decidió salirse de la fila. Caminó decidida hasta su casa y al llegar le dijo a Ricardo que tenían que pagar sí o sí los doscientos mil pesos. 


Ricardo sintió un dolor agudo en el pecho. Zulma llamó a la ambulancia, que tardó en llegar casi el mismo tiempo que ella había estado en la fila de Edenor. 


Jorge Darget


Foto: gentileza del periodista Augusto Fernández Díaz




No hay comentarios:

Publicar un comentario